Muchos de los relatos son interrogantes que aún no resuelvo, algunos parte de nuestra cultura, los cuales cuando era un niño
fueron contados por mi abuela Zenovia Llaja y otros ancianos que conocí en distintos pueblos.
En cada viaje intento recoger historias sobre lo sobrenatural, lo desconocido o simplemente algo inusual. Quiero compartir con todos ustedes o por lo menos a quienes al igual que yo, les guste oír historias extraordinarias, aquellas que te dejarán pensando sobre cosas que aún no conoces y está pasando frente a tus ojos.
En el mundo de lo paranormal y lo metafísico todo es posible. Exhorto a investigar otras fuentes que puedan ayudarte a concebir un mejor panorama de nuestra realidad.
“Incluso para un presidiario condenado a tres cadenas perpetuas
para ser libre, sólo necesita un lápiz y un papel”
E. LÓPEZ.G
CUENTO 3. Más allá de los besos
Alguna vez escuché que los besos son mágicos, imagina un beso, por ejemplo, el que la madre luego de nueve meses le da a su pequeño con tanto amor o el último beso que le damos a nuestro padre antes de la partida eterna, con tanto dolor.
El beso que tanto esperaste y por fin llegó; el beso que tanto pensó Judas, el beso que Romeo le robó a Julieta o el beso que aún no llega y sabes que nuca sucederá…
Ahora están juntos, él la ama libremente y ella, por toda la eternidad estará con él, como solo ambos saben hacerlo.
Él, un joven amante de los cómics, juegos de video, como cualquier chico practicó el fútbol y aunque no era muy bueno se divertía mucho jugando a solas y es por eso que tenía pocos amigos, dicen que las personas más nobles tienen pocos amigos, aún no sé por qué, pero suelo oír esos comentarios a menudo.
Ella, una encantadora jovencita de rostro angelical y voz cálida, de hermosa figura, educada por buenos padres, cuando ella camina toda la gente es feliz, la razón no la sé, pero sucede que hay personas que su sola presencia ilumina el ambiente, así es ella.
Tímidamente, el muchacho pasaba cerca a su casa y aunque nunca se han visto, él sabe que cerca, alguna vez, vio a una jovencita hermosa, casi siempre andaba solo, aunque tenía un amigo al cual le confiaba todo, será tal vez porque alguna tristeza en común los unía.
Ella educada con los principios de una dama y los modales de una princesa, pues imagínate pidiendo permiso para jugar fuera entre el lodo y el polvo, sueño utópico, la respuesta de los padres está de más escribirla, es la razón por la cual siempre sube a su ventana y ve pasar a la gente, envidia una libertad tan cercana pero lejos.
Ambos con tantas ganas de vivir, de amar, de ser escuchados y a la vez con tantas ganas de olvidarse de ellos mismos.
Curiosa la vida y sus enseñanzas que se dejan ver en cada detalle a veces imperceptibles a nuestra mirada perdida, vacía o quizás ya programada para no ver más allá de los besos.
Una tarde cualquiera, él, sin planearlo jugaba como pocas veces junto a su amigo, inocentes del infortunio que estaba por suceder, o quizás no lo sea así, ella nunca iba a permanecer encarcelada en su castillo, dicen que las verdaderas princesas no necesitan caballeros, ellas se rescatan solas, y producto de dicha azaña estuvo fuera, aunque sea para comprar una cajetilla de fósforos, pero esos segundos fuera, eran horas interminables en un mundo paralelo a sus sueños de libertad.
Y lo inevitable para el destino, siempre sucede, ambos cruzaron miradas y cual hechizo mágico surgió el amor, así a primera vista, como aquellos que todo el mundo cree que no existen, quizá olvidaron el don de mirar a través de los ojos del otro.
Ese momento fue mágico, Pero como saber a quién miraba la dulce princesa pues dos caballeros al pie de su fortaleza jugaban a ser amados por alguien más que ellos mismos.
Todo estaba escrito, los tres tenían que hacerse amigos y buscar de una y mil maneras los segundos para coincidir, así pasó el tiempo por algunos años soportando las críticas y rumores de los vecinos, que no veían con buenos ojos a una princesa de casa junto a unos vagabundos extravagantes, rumores que llegaban a oídos de los padres de la niña, avivando las llamas de aquellas noches de resondre, castigo y resentimientos.
Algo malo estaba por pasar, pues ambos caballeros enamorados, libraban también su propia batalla, podría decirse por qué ahora ya no jugaban juntos y sólo se veían al pie de la fortaleza de la princesa, buscando cualquier pretexto para cruzar caminos con la dulce niña.
Ya nada era igual entre ellos, hasta llegaron a los golpes, luego de tensas discusiones por el amor de la princesa, un día mientras jugaban por los parques cerca a la casa de la muchacha, el jovencito decidió confesar su amor, se había preparado con semanas de anticipación, estaba decidido y así llegó el gran día, la tenía tan cerca, solo tres pasos separaban sus labios de los suyos, cuando estaba a punto de confesar lo que sentía, su amigo y rival al mismo tiempo habló:
-Podemos conversar a solas- le dijo,
Ella contestó: - claro, pero…
-Entonces aquel sujeto que fue su compañero por mucho tiempo pasó a ser el enemigo más odiado del mundo
- Debes irte solo es un minuto- le dijo, mirándolo fríamente.
Él sólo tuvo que tragarse lo que tanto tiempo había planeado decir, y mientras esperaba que ellos conversaran, se daba ánimos, decía que seguramente le dirá para jugar otro día y cosas así
Era el minuto más largo de su vida, podría ir traer chocolates, volver y no habría terminado ese minuto, que angustia como deseaba que un minuto sea un segundo, cuando por fin había pasado el tiempo establecido, él confesaría y ella estaría con él porfín, pero eso no sucedió.
Cuando volteó su amigo la tenía entre sus labios, le había robado el primer beso, aquel que nunca se olvida, el beso que nos deja marcados para siempre, y él no sería parte de esa historia cuando la doncella cuente emocionada tan hermosa experiencia, ella nunca había besado a nadie, así que solo estaba quieta, asustada.
¿Qué pasó?, ¡qué le dijo!, ¿qué hizo?, por qué la estaba besando, ¿Por qué ella se deja? Sí sé que yo le gustaba, ella había hecho muchas cosas para estar a solas conmigo se repetía una y otra vez
Pero era tarde y como buen perdedor quién era él, para interferir en los sueños de un viejo amigo, total, también él sufre mucho y merece ser feliz.
Después de llorar toda la noche, sólo se le ocurrió una cosa, amistarse con aquel caballero que había ganado limpiamente la batalla, total no tenía la culpa, quizá estaba confundido y ella si amaba a su amigo, quizá siempre fue así y ella nunca lo había visto “con otros ojos”.
A la mañana siguiente, luego del desayuno frío, la vecina del costado requintando por la música ruidosa que él siempre ponía para que lo escuche todo el barrio, fue a verlo pero no estaba, lo buscó y no había por ninguna parte rastro suyo, tampoco estaba ella, fue como todas las tardes a caminar cerca de la casa de la princesa y lo que vio lo dejó aterrorizado, una manta blanca rodeada por gladiolos y crisantemos decoraban un ataúd blanco, la casa se cubría completamente por un manto gris y la gente rumoreaba
-Qué hacía ella por ahí, la pista es peligrosa, estos jóvenes de ahora corren alocadamente y no miden las consecuencias
Y al pie de una columna un caballero abatido, compañero de la dura batalla por su amor. Solo se miraron y las lágrimas se dejaron caer, como convencidas y aferradas al suelo, los hombres nunca lloran se repetía, sin embargo, el dolor que experimentaban parecía quebrantar cualquier decreto. Ambos abandonaron la escena derrotados pero juntos como siempre.
La noche fue cruda, larga y dura para él, pues no cualquier hombre puede soportar perder el amor de su vida, y perderla dos veces era demasiado para él. Así, llegó la mañana no aguantó las ganas de buscarlo, tal vez necesitaba más consuelo que suyo.
Pero algo extraño ocurrió, el mismo desayuno frío, la misma vecina gritándole, fue a la casa de su compañero de batallas y no estaba, fue a la fortaleza de tantas tardes y allí estaba ella, haciéndole señales para verse en el parque junto a su amigo, como todas las tardes en las que su padre iba al trabajo, todo ocurrió igual al día anterior, estaba listo para confesar su amor y fue interrumpido nuevamente por su amigo:
-podemos conversar a solas- le dijo. Ella contestó:
-claro, pero…
Entonces debes irte amigo solo es un minuto- le dijo mirándolo fríamente.
Esta vez no dejaría que ocurra… y se apartó hasta la pista donde seguramente algo malo pasaría y esperó, su llegada, hasta que a lo lejos pudo divisarla, venía muy risueña, conversaba con otra niña, ambas entretenidas y susurrando, distraídas de un viejo auto que estaba por llegar
Ella lo tomó del brazo y le preguntó que hacía allí, él no supo que responder, solo miraba el viejo auto que se había aproximado más de la cuenta, y cada vez más cerca, más rápido, el nerviosismo era incontrolable, no podía moverse y lo único que se le ocurrió fue tomarla del brazo también, intentó apretarla muy fuerte contra su pecho, pero los brazos no le obedecían así como por instinto solo pudo empujarla lejos de la acera, el auto se estrelló muy cerca de ellos, pero afortunadamente estaban vivos llenos de miedo y de amor, ella llorando por el susto le agradeció por tan noble gesto y sin decir nada lo besó dulcemente, le tomó las manos y le dijo, por qué me dejaste sola con tu amigo, por qué te fuiste, si tan solo me hubieses dicho algo, ¡yo quería que tú me abraces!, ¡yo te amo!
Él sólo podía mirarla y no podía pronunciar palabra alguna, pero no había más que decir, ellos estaban juntos, caminaron de la mano, él decidió confesarle su amor y aunque ya no era necesario, lo hizo tiernamente, ella volvió a besarlo, esta vez para siempre.
Cuando él iba a su casa, la llamaba con un silbido extraño, iban juntos sin miedo, por los parques, por los jardines, él estaba feliz, pero lo curioso es que cuando esto pasaba la gente lejos de criticarlos solo los miraban sin pronunciar palabra alguna que malogre tan bello momento, su universo era ella y sólo ella.
Fue un junio de aquel entonces una tarde de aquellas, donde solo quieres estar con esa persona y no importa la forma solo tienes que estar con esa persona, soportando las burlas, se acercó a su amigo para decirle que todo sería igual, que ahora los tres serían felices, pero este no supo que responder.
Se acercó a la vecina que siempre le gritaba, ella asustada prefirió ignorarlo, y se metió rápidamente a su casa, todos se alejaban de él y solo uno que otro perro le ladraba, “que importaba eso ahora si estamos juntos para siempre”, se repetía una y otra vez, cada vez más convencido.
Se le veía pasar sucio, desaliñado por calles y parques, con el brazo derecho extendido como si tomara de la mano a alguien, mientras la gente solo lo miraba, pero siempre solo, loco.
EDI.LÓPEZ
Commenti